viernes, 29 de enero de 2016

Abrazo



Entonces sobrevino ese abrazo precoz cuyo fin parecía ser unificar dos abismos que corrían paralelamente. Tras ellos se abría un horizonte infinito que desaparecería en el mar. La arena quemaba bajo sus pies, pero era un dolor que aceptaba a fin de olvidar otras cosas.¿Qué era lo que quería hacerle creer? Que nada de todo eso había sucedido, posiblemente, que era sólo una fantasía transitoria que pronto quedaría en el pasado, como todo el resto, como todos esos años que ahora se reconfiguraban y llevaban los fantasmas a terrenos pantanosos de los que no era fácil salir. Después de todo, qué es lo que hace que dos personas estén juntas. 

-No te preocupes, ya pasó, no va a volver a pasar- le dijo. Y su sonrisa, mostrando sus dientes blancos, ocultando un vendaval, amenazante, que se escurría entre su piel, de un brazo a otro, entre sus pechos, que subía hasta su cara y bajaba por sus piernas y le recordaba sus labios. Era como una serpiente que recorría su cuerpo llenándola de electricidad y pujaba por salir a la superficie y ella trataba de impedirlo a toda costa. Cuerpo contra cuerpo, suturando una herida que no se iba. –No me mires, sólo apretame así- y el sonido del mar rompiendo de fondo mezclándose con su voz, tenue, algo entrecortada. Sus ojos guardaban una lámina húmeda que los hacía brillar. Mas que un intento era una negación, como si las lágrimas derramadas en cuartos ajenos nunca hubieran existido, como si el deseo ya no bramara adentro suyo agrietando su piel hasta el punto de agrietarla y dejar todo en evidencia. Sabía que no era cierto, que la cobardía se esconde tras los títulos y nominaciones, pero que el deseo tarde o temprano se escurre entre los cuerpos y encuentra su modo de saciarse. De lo contrario todo se pudre por dentro y sobreviene la enfermedad. 

Un silencio intermitente se colaba de cuando en cuando, interrumpiendo un zumbido recurrente que flotaba ingenuo pero certero. Hacía tiempo que ambos deseaban esa pausa. Una ola rompió lejana desde la costa y su sonido no fue el esperado, había algo inquietante en ese estruendo provocado por el mar que hizo que a ambos se les erizara la piel. El sonido de las gaviotas daba a todo el escenario un aire nuevo, aunque todo tuviera el color del decorado tras bambalinas. Las sombras apenas se les escapaban, el sol se encontraba sobre ellos. 

Se abrazaron más fuerte y pudo sentirse el chasquido de dos cuerpos que se chocan pero que ya no encajan, como las piezas de un lego gastado. Las preguntas brotaban por todas partes, eran como embates que arremetían desde diferentes puntos cardinales, que intentaba frenar con escaso resultado. Cerró los ojos con la fantasía de que eso le impidiera pensar, se concentró en la arena quemante bajo sus pies, un pequeño ardor -producto de la arena hirviendo- subía por sus tobillos pero no le importaba, era mejor eso...

Probaron nuevamente, sus músculos se marcaron levemente entre sus brazos, producto del esfuerzo. Sin embargo, el abrazo sólo servía para borrar errores. Un mar de fondo que dejaba al descubierto un horizonte que sólo servía como metáfora y un viento traicionero que los devolvía una y otra vez al mismo lugar. Siempre presente. Siempre al mismo lugar. Pensó en la propia imagen como una foto, una imagen estática que puede mantenerse así para siempre, como si el tiempo pudiera detenerse o como si la historia bastase para justificarlo todo. Sobre su mejilla corrió una lágrima que dejó su rastro de sal, la hizo desaparecer al instante con su antebrazo. Aunque no lo quisiera el tiempo seguía corriendo y con éste un deseo que estaba lejos de contener. 


Una nueva ola rompió en la orilla, su sonido fue más leve que la anterior y aún así produjo el mismo efecto que la anterior. Sus cuerpos se tensaron. Un escalofrío la hizo temblar, y se preguntó cuánto podría aguantar. 

-No te preocupes, ya pasó- volvió a decir, sin creer del todo en sus propias palabras, mientras la arena quemaba bajo sus pies.