(Fragmento Erebo)
El
perro seguía arrinconado mirándome. Le até la soga al cuello y lo saqué a pasear.
Se lo notaba contento. Salir es lo único que le gusta, no sé qué es lo que hago
con ese perro. Caminamos bastante, casi media hora. Cuando estábamos por llegar
a Virrey del Pino me encontré a Federico.
Se
mostró contento de verme. Aún no puedo darme cuenta si está jugando o es que
realmente se transformó. Lo miraba con desconfianza y él lo notaba.
-¿Y
ese perro?
-Lo
encontré por ahí-. El perro se había encariñado con Federico, que se puso a
acariciarlo.
-Parece
simpático. ¿Dónde lo encontraste?
-Por
Cabildo. Si lo querés, te lo regalo.
-No
seas malo, mirá qué bueno que es. ¡Lo ataste con una soga, animal! Comprale un
collar, pobrecito-. No lo reconocía realmente. En otros tiempos, Federico no
tocaba un perro ni con un palo y ahora ahí estaba, jugando con él en medio de
la calle.
-La
última vez no pudimos hablar -me dijo-, me estabas por contar algo. Te invito un
café, espero que no salgas corriendo esta vez-. Nos reímos.
Nos
sentamos sobre la calle, en Pepper, en la esquina de Ciudad de La Paz y La
Pampa. Pasamos un rato en silencio.
-Me
mirás raro -me dijo.
-¿Raro?-.
-Sí,
con desconfianza -suspiré.
-Y,
Fede, cómo querés que te mire… estás tan… transformado…
-¿La
gente no cambia, acaso?
-Sí,
cambia, qué se yo… ¿pero tanto?-. El sol estaba tan fuerte y tan brillante que
la luz me molestaba a los ojos.
-¿Vos
te acordás cómo estaba?-. Asentí con la cabeza. -Caí preso por entrar a robar,
estaba desesperado, necesitaba plata. Así y todo no aprendí, seguí jodiendo
hasta que…
-¿Hasta…?
-Hasta
que me pegué el bicho-. Me sorprendí enormemente.
-¿Te
agarraste sida?
-¿Qué?
¿No sabías?
-No.
¿¡Cómo carajo iba a saber!?
-Bueno,
ahora sabés. Igual estoy muy bien, hoy no es tan jodido, y hasta podes hacerte
famoso -nos reímos-, pero ni así aprendí, recién aterricé cuando me
atropellaron. ¿Eso sabías…?-. Sabía, pero ni siquiera me acordaba. Lo había
atropellado una ambulancia. Estuvo cinco días internado en el hospital de
Vicente López. -Después del accidente tuve la suerte de que me internaran en
una clínica de rehabilitación. Fue un drama, a mi vieja la quería matar, la
acusé de cualquier cosa, estaba desquiciado. Empezaron a decirme que me había
querido suicidar, que había sido un acto inconsciente y pelotudeces así,
realmente no sé, para mí fue un accidente y punto, cruzaba Libertador y me
llevaron puesto, hoy tiendo más a pensar que así lo quiso Él, dijo señalando
hacia arriba-. Odio esos comentarios.
-Y
cómo fue que te convertiste en…
-¿Pastor?
-Sí.
-En
la clínica había un hermano, era enfermero. Al principio me hablaba, no le daba
bola, imaginate. El tipo me hablaba de Dios y yo lo único que quería era
rajarme de ahí como sea y conseguir algo que meterme. No aguantaba más, no podía
hablar con nadie, tenía ataques de angustia, de rabia, no te podés imaginar lo
que es la abstinencia. Me tenían que atar a la cama. Me venía con eso y lo
sacaba cagando. Después se me ocurrió que podía usarlo como estrategia, es una
idea bastante común en esos lugares, te cuento. Sin embargo funciona y los
médicos lo saben bien. Entonces empecé a escucharlo. Para los especialistas de
la clínica la fe se torna en algo fundamental, todo el tiempo te machacan con
ese tema y te lo dicen, la fe es lo único que puede hacer recuperarte. Los veía
como a unos estúpidos, al principio me parecían unos enfermos. Pero así fue que
empecé a pensar en engañarlos, hacerme el devoto podía traerme buenos
resultados-. Hizo una pausa para sorber el café. -El enfermero se llamaba
Francisco -siguió. -Empecé a escucharlo, le pedí que me diera cosas de la
Biblia para leer, me regaló una Biblia, estaba dispuesto a aprenderme los sermones
de memoria si era necesario para salir de ahí. Teníamos largas conversaciones,
se quedaba después de su turno solamente para hablar conmigo, un trabajo de
hormiga, el que hizo. En ese momento creía que lo estaba usando. Cuando pienso
en eso me río, me siento un cazador cazado. Arrodíllate,
di plegarias, has que crees y empezarás a creer. Me pasó un poco eso, aprendí
la fe. Realmente la necesitaba para salir. Sin fe no vamos a ningún lado. Y
mirá que no te estoy hablando de Dios, eh.
-¿Realmente
creés en Dios?-. Admiro a quienes tienen verdadera fe. Sin embargo, Federico
puso cara de no estar tan seguro.
-Mirá
-hizo una pausa. -Obviamente no puedo decirle esto a los
hermanos, menos a los fieles porque se me complicaría, pero a vos sí. Lo
importante no está tanto en creer o no en Dios sino en tener la voluntad de la
fe. Vos imaginate nada más, si este mundo realmente no tuviera ningún sentido,
si estamos acá para hacer nada, teniendo en cuenta que en unos años nos vamos y
nos envuelve la eternidad… ¿Vos realmente pensás que existe alguien, una sola
persona, acaso, que pueda afrontar la vida de ese modo?-. Me quedé
reflexionando. Siempre tuve muchas dudas al respecto. En ese momento me
vinieron a la cabeza todas las charlas con Mariano, sobre todo cuando empezamos
a leer a Nietzsche. Sin embargo, ahora que lo veía mintiéndose… -Es demasiado
trágico semejante destino, no existe una sola alma capaz de sobrellevar un peso
semejante, y el que te dice que sí te está mintiendo. Uno necesita creer en
algo. Y eso que, te repito, ni siquiera te estoy hablando de Dios, o de mi
Dios, te estoy hablando de todos los pequeños dioses que uno se construye para
seguir adelante, para poder vivir, la luz, la verdad- hizo una pausa para
acomodarse el pelo -toda verdad, aunque sea la más pequeña, es producto de la
fe. Si realmente viviésemos en un mundo tan escéptico y tan… -hizo otro silencio
para pensar-…vacío como muchos presuponen, no podríamos siquiera pensar en la
existencia de verdad alguna, por más ínfima que sea. Nos mataríamos unos a
otros, no sobreviviríamos ni media hora en este mundo, no crearíamos un
lenguaje, ni un arte, ni una cultura, ni nada. El hombre es fe, es pura
creencia. Sin creencia no hay nada-. Hay que aceptar que Federico se había
superado bastante como orador y casi estaba logrando convencerme.
-¿Pero
no pensás que uno puede creer en otras cosas también, que no sea un dios?
-Mirá,
vos podes llamarlo como quieras, pero todo eso en lo que vos ponés tu creencia,
ya forma parte de algo que está más allá, o que ponés más allá, forma parte de
lo trascendente. Luchá por la igualdad de derechos si querés, y ya estás poniendo
una verdad trascendente ahí. ¿Quién dice que somos todos iguales o que debemos
tener las mismas oportunidades? Nadie, y sin embargo ahí están quienes lo
asumen y así viven-. El perro empezó a hacer unos quejidos, como si pudiera comprender
algo.
-No
sé, me da un poco de miedo todo eso, cómo lo pensás. Entonces sería todo igual
para vos…
-¿Miedo
a qué te da? Dios es un mensaje de bondad, de solidaridad también. ¿Por qué te
pensás que existieron y existen los curas tercermundistas, por ejemplo?
-Miedo
a la culpa, a que tu dios me encierre en la culpa, vos hablás de la fe como si
fuese alguna clase de liberación, sin embargo yo lo veo como una idea de
castración.
-Sinceramente,
ni siquiera lo veo como una liberación, lo veo como la única posibilidad, y yo
soy la consecuencia de eso. Vivir pensando solo en esta vida es morir acá
mismo. Mirar la trascendencia te permite vivir y gozar, proyectar. Sin esa
trascendencia no existe ningún proyecto posible.
-No
está bueno hacer generalizaciones de tu caso particular, Federico. Además, vos
les andas vendiendo un cuento a tus fieles.
-Yo
les doy lo que quieren escuchar, les administro la fe de manera que la puedan
procesar, les enseño a creer en algo más allá, a salirse del puro sí mismos,
les enseño una idea trascendental. No todos podemos hablar de la angustia de la
eternidad y la necesidad de la fe para no morir ahora mismo.
-Entonces
les mentís.
-No
les miento; los ayudo a vivir.
-Hay
algo que no me cierra, más cuando veo cómo terminan todos en esa iglesia en la
que vos participás, con ese moralismo exagerado que sirve más para dominarlos
que para liberarlos.
-Nada
es perfecto.
-Ni
siquiera creés en la eternidad o en el perdón.
-La
eternidad y el perdón son lo mismo, son parte de la fe.
-¿Qué
me dirías si te dijera que maté a algunas personas?
-Que
te volviste loco, que estás perdido, que necesitás encontrar la fe.
-Mmm.