jueves, 26 de diciembre de 2019

La voz

"Allá me oirás mejor. Estaré más cerca de ti. Encontrarás más cercana la voz de mis recuerdos que la de mi muerte, si es que alguna vez la muerte ha tenido alguna voz". Mi madre... la viva.
J.R. 

jueves, 1 de agosto de 2019

Nacimiento de una copla


Mi gusta la cinta verde
Porque es color de esperanza,
Pero más mi gusta el locro
Porque me llena la panza.



Empanadas, picante de mote, asado, guisos, locro, hojas de coca, chicha, vino, jugos, arroz con pollo, kalapo, cordero, cigarrillos. Una combinación de olores y colores maravillosa a punto de ser ofrecidas a la tierra. El viento se encuentra tan ausente que los secretos están prohibidos. Junto al pozo dejo dos cartones de vino Toro -uno tinto y otro blanco, para evitar la monotonía- que compré antes de venir en el único mercado abierto. El pueblo quedó desierto, en las calles solo restan algunos burros perdidos. Una vez más en la cancha de La banda -como si el fútbol sirviera de marco general para todos los intercambios- con un sol de Agosto que raja la tierra y hace necesaria una media sombra para no terminar todos como charque. Es el primer domingo de Agosto y comienza la convivencia por la pacha. Hugo y Delfor están parados frente a un altar improvisado, con sus sotanas blancas intercaladas por unas franjas coloridas bordadas con motivos originarios que les dan un aire festivo.

Todos se separan por comisiones.

-Que nadie quede sin comisión- dice Delfor, viendo a algunas personas que, como yo, todavía pululan sin grupo.

Voy a dar a la comisión de Cáritas, solo porque me encuentro a la profe Mirta que me dice -quedáte acá-. Mirta es una antigua maestra salteña, conocida por todos, que vive en Iruya hace cientos de años, y la encargada de explicarme el funcionamiento del ritual,

-esto es una mezcla entre los viejos ritos incaicos, y los ritos católicos, un… hay una palabra para eso- me mira para que la ayude.
-Sincretismo- le respondo.
-Eso- me dice -un sincretismo. Esto es energía cósmica, se ofrece a la tierra porque luego se transforma en energía que vuelve, nosotros nos comemos a la tierra y sus productos y más tarde la tierra nos va a comer a nosotros y  vamos a volver a ella. Por eso se abre el pozo, a sesenta centímetros de profundidad, y se depositan los alimentos, en agradecimiento, para devolverle- se lleva ambas manos a la cara y se baja los anteojos de sol, para mirarme directamente. -Las ofrendas se dan siempre en pareja, por eso hay que pasar de a dos y juntar ambas manos al ofrecer la comida. Al final de la ceremonia se cubre el pozo con una piedra y al año siguiente se destapa. De acuerdo a cómo se vea así va a ser el resto del año. Si la piedra está húmeda es momento para sembrar o gastar, si la piedra aparece seca mejor cuidarse y guardar-.

Por el cielo se cruza un conjunto de tres nubes, apenas visibles pero que sirven para disminuir la fuerza de los rayos solares por unos minutos. Ni siquiera son capaces de emitir alguna sombra pero generan una sensación extraña, como si algo fuera a suceder. Yo pienso en esa dualidad de las costumbres de las que habla la profe Mirta, en esa relación incierta en la que todo vuelve, en la que nada termina nunca, en la que las oposiciones no son tan marcadas como la cultura occidental quiere mostrar.

El padre Hugo nos mira desde el altar, como diciendo, ya es hora, y Mirta vuelve su mirada al grupo y con una voz pausada y muy dulce, dice:

-Bueno, lo que tenemos que hacer ahora es leer este pasaje (mostrando unas hojas volantes que nos reparte a todos) y después debatir, ¿quién quiere leer?-.

Se ofrece una mujer de unos cincuenta años aproximados con unos lentes angostos y marcos negros. El pasaje seleccionado es del evangelio según San Juan, capítulo sexto, refiere al alimento para saciar el alma en pos de la mediatez individualista y a la trascendencia, y culmina con las palabras: “yo soy en pan de la vida. El que viene a mi jamás tendrá hambre: el que cree en mi jamás tendrá sed”.

El sonido de la lectura de la mujer en el silencio del valle me traslada a mi niñez y a la voz de la radio los domingos, el relato perpetuo del partido de fútbol rompiendo la monotonía y la eternidad de los domingos. Acaba la lectura y nadie dice nada. Mirta abre los brazos, esperando opiniones. Silencio. Pasan varios segundos más y nada. Está todo tan calmo que ni siquiera se escucha el sonido del viento. Entonces yo (solo a los efectos de eliminar otro silencio incómodo) digo:

-El pasaje refiere al alimento como un medio para saciar necesidades espirituales, dejando de lado las materiales-.
-Claro- asiente Mirta. Entonces, una cholita con un vestido rojo plateado incandescente y un pañuelo que le rodea la cabeza y parte de la cara, se anima tímidamente.
-Somos egoístas, no nos gusta compartir, lo queremos todo para nosotros mismos-.

Resulta curioso escuchar esas palabras en personas que están dejando lo poco que tienen alrededor de un pozo cavado en uno de los ángulos de una cancha de fútbol en medio de la nada, para compartir con la tierra y con el resto de los presentes.

Todavía puede verse aquel conjunto de nubes, pero, ya lejos, no sirven para aliviar el sol y sus rayos amenazantes nos dejan rehenes de la media sombra. Otra chica, mucho más joven, de unos quince o dieciséis años, vestida con un jean y una campera verde Adidas, dice:

-El pasaje habla sobre la comida y la importancia del alimento como espíritu, de compartir con todos y con la pacheta-. Mirta lo anota y me pregunta,
-¿Cómo era eso que dijiste?- me avergüenza un poco.
-No me acuerdo.

Las reflexiones se van anotando con un marcador negro en una lámina amarilla que el padre Delfor leerá más tarde, durante una misa, también producto del sincretismo, que nunca podría ser comprendida en una catedral urbana.

-Ahora tenemos que escribir una copla- vuelve a decir Mirta.

A diferencia del debate sobre el evangelio, como si fuese un terreno sobre el que se sienten mucho más cómodas, son varias las que se ofrecen para hablar. La misma chica de campera verde que había hablado antes, recompone una que sintetiza maravillosamente el debate anterior:

Pacha, santa tierra
No me comas todavía,
Mira que soy jovencita
Tengo que dejar semilla.

Es una copla clásica, sin embargo todos actúan como si fuera la primera vez que la oyen. Mirta la anota en la cartulina, como anota todo.

Las nubes desaparecieron por completo sin dejar rastro. El sol sigue apuntando sus rayos quemantes de un fuego abrasador amenazante. Comienza la misa por la convivencia y los padres dejan lugar a una mujer oscura con una voz honda que recita la copla en homenaje a la pacha.





martes, 7 de mayo de 2019

Monedas

Pasa una vez más a mi lado. Me pueden dar una moneda para comprar algo para comer... Camina recto, sin siquiera mirar a los pasajeros, como si no quisiera. Una repetición mecánica, sin vida, sin ninguna clase de compromiso -la cabeza gacha, mirando al suelo-, de tenerlo posiblemente no resista demasiado. Si existe algo que ha logrado este sistema es eliminar el autoestima hasta destruir cualquier cosa que se parezca a la humanidad, y la única forma de soportarlo es la enajenación completa de sí mismo. De este modo todos jugamos el juego de la no-videncia, dosificando la culpa. 

Tendrá sesenta y largos -quién sabe menos, la pobreza tiende a exagerar los años-, sus piernas son tremendamente delgadas, hasta el punto que sus pantalones de tela cuadriculada casi bailan a su alrededor. Camina cual autómata, con una mano estirada, a la vez que pide,  emitiendo un sonido monocorde que repite una y otra vez la misma frase. Tengo que confesar que ese paso inalterable y vacío, hasta me da cierta bronca y ganas de golpearle la cabeza y despertarla de aquella especie de trance. Otra de las cosas que logra este sistema es enfrentarnos unos a otros ante la menor fragua en relación a la estética y el quiebre de las prácticas legítimas, como si, de alguna forma, sin necesidad de expresarlo, los ideales del darwinismo social estuviesen siempre presentes.

No se me ocurre pensar si tiene familia o alguien que pueda preocuparse por ella, por un momento se me ocurre que es simplemente el producto de algún tipo de esquizofrenia (como si ello cambiara algo). Desaparece en el vagón de adelante. En el interín aparece un ciego vendiendo carilinas. Éste tiene un modo extraño de parlamentar, exagerando las eses intermedias, eliminando las finales, y sobrepronunciando la ere. Veinte pessssssso. Su  parlamento es claramente un juego, a la vez que su estrategia -la contracara de la mujer-, posiblemente su ceguera lo haya acostumbrado a sobreponerse desde el nacimiento. Lo de la mujer podría ser circunstancial, producto de la crisis actual, vaya a saberse qué clase de pasado tuvo. 

Aparece nuevamente, su andar es veloz, mas rápido que el general de quienes piden limosna, Me pueden dar una moneda... Su mano estirada, más señalando el rumbo de su paso que cumpliendo la función proyectada. Quizá no soporte la verguenza, quizá realmente haya tenido un pasado burgués o de clase media y ahora se vea en una situación que jamás soñó. Pasa una cuarta y una quinta vez, sin cambiar un ápice la frase ni el tono de voz, es un canto repetido, automatizado, que la ayuda a no pensar pero que carece absolutamente de efecto. Es un ente al que nadie mira, podría ser un perro o una mosca y daría lo mismo. Yo subí en Núñez, posiblemente antes haya pasado algunas veces más. 

En Beccar se abren las puertas del tren, la veo salir y caminar por el anden, posiblemente haya tomado consciencia de que no ha recibido absolutamente nada (alcanzo a divisar el quiebre en la mirada disimulada hacia su mano, aún extendida, vacía) y tampoco vaya a recibir en lo que resta del trayecto hasta Tigre, menos en la vuelta hacia Retiro. Sus ojos se humedecen. Nadie más que yo parece percibirla. La anestesia posiblemente esté ligada a una cuestión estadística. Camina hacia el norte de la estación, hasta ubicarse por delante de la formación (tengo que apoyar la cabeza contra la ventana para no perderla de vista). Es temprano pero el sol ya brilla en su escalada produciendo unas sombras alargadas que se reflejan sobre las vías. Camina más aprisa, como si repentinamente se hubiera acordado de algo o tuviera un asunto pendiente. 

Las puertas del tren se cierran y una vez que alcanza cierta velocidad -haciendo su marcha irreversible-, la veo hacer uso de unas fuerzas -quizá las últimas que le restan- que siquiera sospeché que tuviera, y balancear su cuerpo ínfimo hacia adelante. 

sábado, 23 de febrero de 2019

Piernas de bailarina


Su cuerpo jadeaba entre penumbras y su silueta se enmarcaba a contraluz, en ascenso y descenso, encima del mío. Un rayo de luz se filtraba entre las rendijas de las persianas y se incrustaba en su abdomen, casi a la altura de su obligo, dibujando una línea recta que corría sobre sus costillas. La persiana permanecía cerrada, simulando la noche. Su cintura, estrecha, se ensanchaba hacia su pecho y culminaba en unos pezones pequeños, puntiagudos y abismales. Su cuerpo era voluminoso y perfectamente simétrico, sus piernas largas y musculosas. –Piernas de bailarina-  me dijo una de las veces -así los fui engañando a todos hasta transformarme en esto-. Me gustaba ver su pelo caer alrededor de su cuello y perderse entre sus tetas, era negro, largo y delgado, y cuando acabábamos daba la impresión de ser un mar revuelto. Hacía juego con sus ojos -con su brillo opaco-. Jadeaba, su respiración asmática se intensificaba y por momentos emitía esos gritos casi desesperados que sentía junto a mi oído y me excitaban tanto. Me gustaba recorrer su cuerpo a mordiscones, hasta hacerla casi doler, también mirarla, casi ausente o en tercera persona, como si nunca pudiera abandonar mi condición de voyeur. Me encontraba bajo los efectos del enamoramiento, esa fase en la que hasta los defectos se perciben como virtudes y en la que uno se pone inevitablemente cursi (aunque cursi sea lo que no se comparte). Me abstraía y miraba su imagen desde lejos, como si no estuviera ahí,  o simplemente pudiera disociarme y ese rayo de luz que se incrustaba sobre su abdomen fuese un punto de fuga que develaba una dimensión irreal. Piernas de bailarina. Pienso en Galatea y en Pigmalión proyectando sus deseos en la piedra a la que había dado esa forma perfecta, en las palabras de Afrodita, al sentir que la más bella de todas sus estatuas comenzaba a calentarse;

“Aquí tienes la reina que has buscado… mereces la felicidad”.

Pigmalión, posiblemente el más inconformista de todos, poniendo fin a su insatisfacción, realizándose en su narcisismo, como si la solución no estuviera en la resignación, en la aceptación de la neurosis constitutiva –de la que gustan los psicoanalistas–, sino en la fe y la tenacidad. El salto al vacío, en ese dejarlo todo, opuesto al conformismo, que lo iguala con Abraham o con Holderlin, allí donde crece el peligro, crece también la salvación. O quizá todo eso no sea más que una construcción retroactiva o una fantasía que se posa sobre la comodidad posterior a nuestro acto sexual, ya que lo mejor de todo venía después, en el placer que sentíamos conversando y estando juntos, aún sobre la cama, esclavos de nuestros cuerpos agotados, o en el café de la esquina.


sábado, 19 de enero de 2019

lunes, 14 de enero de 2019

La fe

(Fragmento Erebo)

El perro seguía arrinconado mirándome. Le até la soga al cuello y lo saqué a pasear. Se lo notaba contento. Salir es lo único que le gusta, no sé qué es lo que hago con ese perro. Caminamos bastante, casi media hora. Cuando estábamos por llegar a Virrey del Pino me encontré a Federico.

Se mostró contento de verme. Aún no puedo darme cuenta si está jugando o es que realmente se transformó. Lo miraba con desconfianza y él lo notaba.

-¿Y ese perro?
-Lo encontré por ahí-. El perro se había encariñado con Federico, que se puso a acariciarlo.
-Parece simpático. ¿Dónde lo encontraste?
-Por Cabildo. Si lo querés, te lo regalo.
-No seas malo, mirá qué bueno que es. ¡Lo ataste con una soga, animal! Comprale un collar, pobrecito-. No lo reconocía realmente. En otros tiempos, Federico no tocaba un perro ni con un palo y ahora ahí estaba, jugando con él en medio de la calle.
-La última vez no pudimos hablar -me dijo-, me estabas por contar algo. Te invito un café, espero que no salgas corriendo esta vez-. Nos reímos.

Nos sentamos sobre la calle, en Pepper, en la esquina de Ciudad de La Paz y La Pampa. Pasamos un rato en silencio.

-Me mirás raro -me dijo.
-¿Raro?-.
-Sí, con desconfianza -suspiré.
-Y, Fede, cómo querés que te mire… estás tan… transformado…
-¿La gente no cambia, acaso?
-Sí, cambia, qué se yo… ¿pero tanto?-. El sol estaba tan fuerte y tan brillante que la luz me molestaba a los ojos.
-¿Vos te acordás cómo estaba?-. Asentí con la cabeza. -Caí preso por entrar a robar, estaba desesperado, necesitaba plata. Así y todo no aprendí, seguí jodiendo hasta que…
-¿Hasta…?
-Hasta que me pegué el bicho-. Me sorprendí enormemente.
-¿Te agarraste sida?
-¿Qué? ¿No sabías?
-No. ¿¡Cómo carajo iba a saber!?
-Bueno, ahora sabés. Igual estoy muy bien, hoy no es tan jodido, y hasta podes hacerte famoso -nos reímos-, pero ni así aprendí, recién aterricé cuando me atropellaron. ¿Eso sabías…?-. Sabía, pero ni siquiera me acordaba. Lo había atropellado una ambulancia. Estuvo cinco días internado en el hospital de Vicente López. -Después del accidente tuve la suerte de que me internaran en una clínica de rehabilitación. Fue un drama, a mi vieja la quería matar, la acusé de cualquier cosa, estaba desquiciado. Empezaron a decirme que me había querido suicidar, que había sido un acto inconsciente y pelotudeces así, realmente no sé, para mí fue un accidente y punto, cruzaba Libertador y me llevaron puesto, hoy tiendo más a pensar que así lo quiso Él, dijo señalando hacia arriba-. Odio esos comentarios.
-Y cómo fue que te convertiste en…
-¿Pastor?
-Sí.
-En la clínica había un hermano, era enfermero. Al principio me hablaba, no le daba bola, imaginate. El tipo me hablaba de Dios y yo lo único que quería era rajarme de ahí como sea y conseguir algo que meterme. No aguantaba más, no podía hablar con nadie, tenía ataques de angustia, de rabia, no te podés imaginar lo que es la abstinencia. Me tenían que atar a la cama. Me venía con eso y lo sacaba cagando. Después se me ocurrió que podía usarlo como estrategia, es una idea bastante común en esos lugares, te cuento. Sin embargo funciona y los médicos lo saben bien. Entonces empecé a escucharlo. Para los especialistas de la clínica la fe se torna en algo fundamental, todo el tiempo te machacan con ese tema y te lo dicen, la fe es lo único que puede hacer recuperarte. Los veía como a unos estúpidos, al principio me parecían unos enfermos. Pero así fue que empecé a pensar en engañarlos, hacerme el devoto podía traerme buenos resultados-. Hizo una pausa para sorber el café. -El enfermero se llamaba Francisco -siguió. -Empecé a escucharlo, le pedí que me diera cosas de la Biblia para leer, me regaló una Biblia, estaba dispuesto a aprenderme los sermones de memoria si era necesario para salir de ahí. Teníamos largas conversaciones, se quedaba después de su turno solamente para hablar conmigo, un trabajo de hormiga, el que hizo. En ese momento creía que lo estaba usando. Cuando pienso en eso me río, me siento un cazador cazado. Arrodíllate, di plegarias, has que crees y empezarás a creer. Me pasó un poco eso, aprendí la fe. Realmente la necesitaba para salir. Sin fe no vamos a ningún lado. Y mirá que no te estoy hablando de Dios, eh.
-¿Realmente creés en Dios?-. Admiro a quienes tienen verdadera fe. Sin embargo, Federico puso cara de no estar tan seguro.
-Mirá -hizo una pausa. -Obviamente no puedo decirle esto a los hermanos, menos a los fieles porque se me complicaría, pero a vos sí. Lo importante no está tanto en creer o no en Dios sino en tener la voluntad de la fe. Vos imaginate nada más, si este mundo realmente no tuviera ningún sentido, si estamos acá para hacer nada, teniendo en cuenta que en unos años nos vamos y nos envuelve la eternidad… ¿Vos realmente pensás que existe alguien, una sola persona, acaso, que pueda afrontar la vida de ese modo?-. Me quedé reflexionando. Siempre tuve muchas dudas al respecto. En ese momento me vinieron a la cabeza todas las charlas con Mariano, sobre todo cuando empezamos a leer a Nietzsche. Sin embargo, ahora que lo veía mintiéndose… -Es demasiado trágico semejante destino, no existe una sola alma capaz de sobrellevar un peso semejante, y el que te dice que sí te está mintiendo. Uno necesita creer en algo. Y eso que, te repito, ni siquiera te estoy hablando de Dios, o de mi Dios, te estoy hablando de todos los pequeños dioses que uno se construye para seguir adelante, para poder vivir, la luz, la verdad- hizo una pausa para acomodarse el pelo -toda verdad, aunque sea la más pequeña, es producto de la fe. Si realmente viviésemos en un mundo tan escéptico y tan… -hizo otro silencio para pensar-…vacío como muchos presuponen, no podríamos siquiera pensar en la existencia de verdad alguna, por más ínfima que sea. Nos mataríamos unos a otros, no sobreviviríamos ni media hora en este mundo, no crearíamos un lenguaje, ni un arte, ni una cultura, ni nada. El hombre es fe, es pura creencia. Sin creencia no hay nada-. Hay que aceptar que Federico se había superado bastante como orador y casi estaba logrando convencerme.
-¿Pero no pensás que uno puede creer en otras cosas también, que no sea un dios?
-Mirá, vos podes llamarlo como quieras, pero todo eso en lo que vos ponés tu creencia, ya forma parte de algo que está más allá, o que ponés más allá, forma parte de lo trascendente. Luchá por la igualdad de derechos si querés, y ya estás poniendo una verdad trascendente ahí. ¿Quién dice que somos todos iguales o que debemos tener las mismas oportunidades? Nadie, y sin embargo ahí están quienes lo asumen y así viven-. El perro empezó a hacer unos quejidos, como si pudiera comprender algo.
-No sé, me da un poco de miedo todo eso, cómo lo pensás. Entonces sería todo igual para vos…
-¿Miedo a qué te da? Dios es un mensaje de bondad, de solidaridad también. ¿Por qué te pensás que existieron y existen los curas tercermundistas, por ejemplo?
-Miedo a la culpa, a que tu dios me encierre en la culpa, vos hablás de la fe como si fuese alguna clase de liberación, sin embargo yo lo veo como una idea de castración.
-Sinceramente, ni siquiera lo veo como una liberación, lo veo como la única posibilidad, y yo soy la consecuencia de eso. Vivir pensando solo en esta vida es morir acá mismo. Mirar la trascendencia te permite vivir y gozar, proyectar. Sin esa trascendencia no existe ningún proyecto posible.
-No está bueno hacer generalizaciones de tu caso particular, Federico. Además, vos les andas vendiendo un cuento a tus fieles.
-Yo les doy lo que quieren escuchar, les administro la fe de manera que la puedan procesar, les enseño a creer en algo más allá, a salirse del puro sí mismos, les enseño una idea trascendental. No todos podemos hablar de la angustia de la eternidad y la necesidad de la fe para no morir ahora mismo.
-Entonces les mentís.
-No les miento; los ayudo a vivir.
-Hay algo que no me cierra, más cuando veo cómo terminan todos en esa iglesia en la que vos participás, con ese moralismo exagerado que sirve más para dominarlos que para liberarlos.
-Nada es perfecto.
-Ni siquiera creés en la eternidad o en el perdón.
-La eternidad y el perdón son lo mismo, son parte de la fe.
-¿Qué me dirías si te dijera que maté a algunas personas?
-Que te volviste loco, que estás perdido, que necesitás encontrar la fe.
-Mmm.

martes, 8 de enero de 2019

Hey you, 



         out there in the cold




                               Getting lonely, getting old




                                                            Can you feel me?