lunes, 12 de abril de 2021


El río volvió correr como la saliva del perro al sentir el golpeteo de la campana. Era un flujo pequeño pero intenso, de un color espeso que se iba haciendo cada vez más placentero. Se elevó la comisura de sus labios y sus pupilas apenas se corrieron hacia atrás, dejando traslucir el blanco de la esclerótica. La débil corriente eléctrica subía desde los dedos de los pies hasta sus brazos, pasaba entre sus piernas, se deslizaba entre las manos, recorría su pecho y atravesaba su cerebro que es cuando más goce le producía. Su corazón se aceleró igualando el pulso que usó Beethoven para representar a Napoleón exportando la república (antes de arrepentirse). La sinécdoque, juntaba la representación y la vivencia, lo que volvía pero ya no estaba. Sonrió aún más y sus dientes blancos se escaparon entre sus labios.  

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