Su mirada se pierde por la ventana. Dos brazos mecánicos crecen, paralelos, en un horizonte rojizo. El cielo apenas clareándose con la salida del sol. No pegó un ojo en toda la noche, el alcohol no la dejó dormir.
El rugido del motor de un avión la saca del letargo. Entonces, hay aviones, piensa en voz alta, apenas mueve los labios. Estira los dedos y se mira las uñas despintadas. Su mente vuela a París ...el paisaje gris, las hojas húmedas del otoño, la llovizna a orillas del Sena... Si puede vivir en cualquier parte, ¿por qué aún insiste con Buenos Aires? Su último pariente se fue hace un año y en esta ciudad ya no le queda nada. La imagen es recurrente. Sus cuerpos amontonándose en las esquinas, la respiración suya, cerca de su cara... Un recuerdo más que no se cumplió. Recuerdos que nunca sucedieron, dice en voz alta, jugando con la paradoja...
La luz entra plena por la ventana, el cielo se vuelve celeste.