lunes, 29 de diciembre de 2014

La Guerra

De Un porvenir (Novela)



Era el mes de Abril y estaba cálido, pero el temblor de su cuerpo le impedía distinguir el frío del calor. La sangre le chorreaba por la cabeza, caminaba con esa sensación del que no terminan de cerrarle las ideas, ¡qué carajo había pasado! por qué se encontraba así. Sintió el peso duro del cristal en su nuca, un golpe seco, tac y acto seguido el sonido de los cristales quebrándose. Frente suyo lo tenía a él mirándolo, sin sentido, rencoroso. ¡Qué mierda! Por una puta pelea tanto escándalo. Ni siquiera había salido de la casa pero ahora iba de cuarto en cuarto sin saber bien qué hacer o a quién quejarse. Escuchaba sonar esos acordes, como un goteo psicodélico que se desparramaba por todas partes. El Maravilloso Hagler había ganado la pelea, se había recluido en un hotelucho de mala muerte en Masachussets mientras las cámaras se posaban sobre Hearns en Las Vegas que venía de derrotar a Ray Sugar Leonard y a Mano de piedra Durán.

Pero él se había quedado callado, sin decir nada, bueno, cortamos, que la mire. Debió haber intuido su disconformidad, se le podían criticar muchas cosas, su adicción a la heroína, el cortejo a la mujer de su amigo con quien tuvo tres hijos, o por robarle las canciones a Taylor, pero nada en cuanto al trabajo. Se recluía dos, tres, cinco días, sin salir y sin comer, sosteniéndose con lo que sea, lo necesario hasta terminar los discos.

Hacía dos días que se encontraban recluidos como si el mundo se estuviera destruyendo, dos días que no paraban de probar y ensayar acordes, los mismos que sentía ahora, que su cabeza le daba vueltas y la sangre le bajaba por el cuero cabelludo mezclándose entre sus pelos. La guerra había terminado, había pensado en ese nombre para una canción, de la misma forma que todas las canciones que inspiraba pero que no tomaban en cuenta. La guerra da para pensar, para jugar con los sentidos ¡Qué carajo se le había cruzado por la cabeza! Estaba más loco de lo que creía. Sintió el botellazo directo en su cráneo, ni siquiera pudo prepararse para el golpe. Yo quiero ver la pelea, dijo, necesito parar, y el resto estuvo de acuerdo en hacer una pausa, venían promocionando esa pelea desde hace meses como dos cruceros en alta mar destinados a cruzarse y todos estaban cansados. Dos días de encierro e incomunicación, a Richards no le había quedado más que aceptar, que mire la pelea si tanto jode, pero le había devuelto esa mirada sucia, rencorosa, bajo la que se intuía el disgusto.

Y entonces sentía esos acordes sonar, en el cuarto de Jagger, ¡miren! les dijo, mostrándole la sangre, ¡miren lo que me hizo el desgraciado! El mareo aumentaba y el mundo era como estar en una calesita que no podía parar, y le costaba sostenerse. ¡Miren lo que me hizo ese hijo de puta! Pero Jagger y Watts estaban demasiado concentrados en los acordes, escucha, te gusta, le preguntaban mientras él intentaba hacerles entender la gravedad del asunto, su cabeza sangrante y el mundo dando vueltas a su alrededor, mira, Ronnie, ¿te gusta? Y se reían a carcajadas mientras tomaban de la botella de whisky, la misma botella que minutos antes Richards le incrustaba en la cabeza sin ningún motivo, o sí, por haber detenido la grabación.

Ok, está bien, que mire la pelea, dijo si tanto jode, y se hizo ese silencio incómodo a partir del que todos intuían que no estaba todo bien. Pero estaban cansados y querían un descanso. Y así había esperado, paciente, agarrándose de a ratos la cabeza o introduciendo el dedo índice entre su cabellera mientras jugaba con un mechón que enlazaba en el dedo, mientras Ron Wood miraba esa Guerra que venían promocionando desde hacía tiempo, entre dos negros destinados a destruirse -como no podía ser de otra manera- preparados para dar el show y matarse arriba del ring, el único lugar que se le permite a un negro darle una paliza a otro ser humano. Una guerra que duró sólo tres rounds, que no tuvo desperdicio y que terminó por KO. ¿Estás contento ahora? le dijo, ¿estás contento ya? sin dejar de enredar el índice como una batidora entre los pelos revoltosos. ¿Satisfecho? O imaginó esas frases que ni siquiera hubiera tenido tiempo de responder, porque en cuanto se dio vuelta sintió ese golpe seco que se le incrustaba en la nuca sin mediar palabra y el sonido de los cristales quebrarse y entonces la sangre comenzó a brotar de su cráneo, sin entender siquiera lo que había pasado. ¡Miren! Gritaba, ¡miren! Tomándose la cabeza, intentando llamar la atención.


Pero Charlie y Mick estaban concentrados sobre los acordes, posiblemente Treat me Like a Fool, o Dirty Work o quién sabe, y lo único que querían era saber si sonaban bien, si servían para una canción, pero a él le importaban un carajo los acordes, el mundo le daba vueltas, más por la incomprensión que porque se estuviera muriendo. La guerra había terminado, en tres rounds, y él había quedado sangrante, peor que Hearns y que Hagler. 

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