Desde el café se ve la parte sur de la ciudad. Fundación Museo de la Ciudad, allí estoy.. De fondo se mezcla la salsa, con el funky o el jazz, con la naturalidad de cualquier ciudad latina. -Es muy rico el café, ¿de dónde es?-.
-Es de galápagos- me responde un chico muy amablemente, algo amanerado. No sabía que se cultivaba café en Galápagos. Al instante me trae otro -De cortesía- me dice.
Una calle adoquinada corre debajo y la cruza un puente de madera -La ronda- mientras las casas coloridas se prenden a los cerros junto al característico Angel de Quito. Una infinidad de escalones se multiplican como pintados por Penrose trepando hacia ninguna parte. La tarde se va, algo nubosa y fresca pero no tanto...
Bajo y observo desde el puente de piedra. Sobre el callejón infinidad de gente caminando, entrando y saliendo de restoranes y bares. Me acerco.
-¿Tu qué tocas?- me pregunta un hombre de gran estatura con acento cubano.
-Toco bosa, boleros, música cubana, lo que haga falta.
-En el bar donde trabajo contratan músicos, ¿quieres probar?-.
-Bueno, vamos- le digo.
Conecto mi guitarra a la consola y un cable con un mic que ya había dispuesto sobre un pie.Toco un rato largo mientras el supuesto cubano mira y reafirma con la cabeza. -Tocas bien- me dice -cuando vengan los dueños les hablo y te digo-. El supuesto cubano se llama Isaías, y no es cubano, es colombiano, me dice, de Barranquilla, por eso su acento costeño, tan similar al cubano.
-¿Tu qué tocas?- me pregunta un hombre de gran estatura con acento cubano.
-Toco bosa, boleros, música cubana, lo que haga falta.
-En el bar donde trabajo contratan músicos, ¿quieres probar?-.
-Bueno, vamos- le digo.
Conecto mi guitarra a la consola y un cable con un mic que ya había dispuesto sobre un pie.Toco un rato largo mientras el supuesto cubano mira y reafirma con la cabeza. -Tocas bien- me dice -cuando vengan los dueños les hablo y te digo-. El supuesto cubano se llama Isaías, y no es cubano, es colombiano, me dice, de Barranquilla, por eso su acento costeño, tan similar al cubano.
Espero, una hora más o menos. Me trae un canelazo, trago típico ecuatoriano, de la zona serrana. Camino por el lugar, hablo con unos extranjeros, de Costa Rica, otros españoles, que les gusta lo que toco. -Muchas gracias- les digo. Salgo, vuelvo a entrar. Repaso las paredes sobre las que cuelgan unas reproducciones de Guayasamín. Una de éstas firmada, para mis sobrinos Guayasamín. Se me eriza la piel.
-¿Cómo llegó eso ahí? le pregunto al supuesto cubano.
-Los dueños son los sobrinos de Guayasamín- me responde.
Me quedo boquiabierto. ¿Tendrán su misma sensibilidad social? me pregunto. ¿Serán de izquierda como su tío? ¿Admiradores de la cultura cubana? ¿Les gustará pagarle bien a los músicos? Espero un rato más y no llegan.
-¿Llegarán?- le pregunto al falso cubano.
-Sí- responde -tienen que venir a traer gas, ya nos quedamos sin, así que llegan si o sí-.
-¿Cómo llegó eso ahí? le pregunto al supuesto cubano.
-Los dueños son los sobrinos de Guayasamín- me responde.
Me quedo boquiabierto. ¿Tendrán su misma sensibilidad social? me pregunto. ¿Serán de izquierda como su tío? ¿Admiradores de la cultura cubana? ¿Les gustará pagarle bien a los músicos? Espero un rato más y no llegan.
-¿Llegarán?- le pregunto al falso cubano.
-Sí- responde -tienen que venir a traer gas, ya nos quedamos sin, así que llegan si o sí-.
Espero, sigo caminando por el restorán, converso con una pareja de señores grandes, son argentinos, de Moreno. -Muy lindo el repertorio- me dicen. -Gracias-.
Al rato llegan los dueños. Más grandes de lo que imaginaba, cincuenta años apróximadamente, uno asocia sobrinos con juventud. Me ignoran. Me acerco a la barra junto al falso cubano que les dice
-el muchacho toca la guitarra y canta, lo hace muy bien. Estuvo tocando recién, la gente lo aplaudió y todo-.
El sobrino de Guayasamín no responde, un hombre grande con rasgos duros, ni siquiera me mira, como si tuviera verguenza de mirarme, o de tener que pagarle a un músico. La sobrina de guaysamín se encarga de hacerlo.
-Mira, me dice -si quieres puedes tocar, y pasar la gorra. No tenemos presupuesto para pagar a los músicos, sólo los fines de semana, si hay suficiente recaudación. Pero en general esos días viene gente a tomar cerveza, y les gusta escuchar música ecuatoriana. Realmente no les pagamos porque no lo necesitamos, el local se llena solo, pero yo soy generosa con los músicos, los dejo tocar y que pasen la gorra, si quieres puedes poner la funda de la guitarra en la entrada...-. Me da infinitas ideas sobre cómo recaudar plata, pero que no pagan.
-Bueno, gracias por las sugerencias- le digo.
-Y qué te dijo- me dice el falso cubano cuando estoy guardando guitarra, cables, y no sé por qué me tomo el trabajo de desconectar la consola.
-Que no pagan-.
-Mmmm, mejor ve acá al lado, que ahí sí pagan, y pregunta por Ramiro-.
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