sábado, 6 de enero de 2018

Las vides

Ahí estás, entre el velo de la noche, perdido, moviendo engranajes oxidados, devanándote los sesos, debatiéndote entre hacer o no. El viento sopla frío una vez más, tan raro te decís, para esta época. Un Enero de hace quince años, oscuro como pocos. Ahí estás, mascullado tus acciones, entre dar rienda a la vendimia o dejar tu ser aprisionado y aplacado para que de una vez por todas los recuerdos se pudran. Las uvas, te llaman la atención las uvas que se desprenden de esos arbolitos centenarios que clavan sus raíces en la piedra.
Pero a la vez sabés que por más que los dejes, la putrefacción envenena y no hay recipiente que pueda contener aquello que crece como una peste que tarde o temprano se expande fagocitándolo todo. Las raíces de una enredadera que lo toma todo, que te abraza sin que puedas evitarlo. Las vides. 
Ahí estás entre la noche, junto al viento silente que sopla frío, pensando y repensando, qué será, que sería si...
Las vides nuevamente. Un Enero extrañamente frío.
Un roedor que se arrastra. Escuchas el graznido de sus pasos que se mueven de a cientos, sus patitas marchando, chocando contra el piso de baldosas, marcando el tiempo de la noche. Un reloj que te alarma con su aguja, una flecha que se te clava en la consciencia y no te deja ir. Siempre, siempre ahí. Clavado, pensás, y te reís. Y sí, y sí, y sí...? Querés detenerlo pero nunca lo hace, querés acelerarlo diez, quince mil años pero de nada sirve. Ahí estás, siempre rumiante preguntándote que sería si... 
No cambia, nada cambia, nada... solo las vides que crecen cada vez más fuertes y robustas clavando sus raíces entre las piedras. No hay caso, te decís. Es imposible.
Si las calles no tuvieran esa capa de alquitrán, si los cielos, si la tierra, si la historia, si las nubes fueran verdaderos recipientes de agua contenida, gatos dubitantes que circulan silenciosos, si... 
Si todo siempre quedara en el mismo sitio, si el tiempo fuera sólo un invento de la humanidad para mentirnos y hacernos creer que avanzamos hacia ningún lado. 
Las cosas siempre quedan en el mismo sitio, lo sabés, veinte, treinta años. Quizá más. Las vides, un Enero frío, quince años atrás como si todo estuviera destinado a repetirse.
Ahí estás con tus dedos rozando la pantalla, en el teclado, rumiante, dudando una vez más...

No hay comentarios:

Publicar un comentario