domingo, 9 de febrero de 2014

Diario de Cali (fragmento)

Viernes 11-2.
Mauricio me manda un mensaje temprano. Tiene que viajar por trabajo a Mariquita todo el fin de semana y es posible que no nos volvamos a ver por este viaje. Me dice de almorzar, quedamos para encontrarnos por el centro a eso de la una. Aún son las once y aprovecho para averiguar vuelos a Esmeraldas, Ecuador. En el inicio tenía pensado hacer ese viaje por tierra, pero Cali ha consumido mi tiempo y ya no me queda más que hacer ese tramo de un tirón. En avión es más rápido, más seguro y hasta podría resultar más económico o relativamente lo mismo (teniendo en cuenta los gastos de buses, alojamiento, comida, tiempo y sin contar un posible asalto entre Popayán y Pasto zona bastante complicada y plagada de Paramilitares).

El cielo se encuentra cubierto de nubes, lo que da algo de tregua al calor eterno de Cali. Al cruzar la Quinta veo cómo un auto golpea a un motociclista que luego de arduos intentos por mantener el equilibrio termina tirado en el asfalto. Se incorpora inmediatamente, levanta su moto y maldice a todos los presentes menos al responsable ya que nunca se le ocurrió frenar para cerciorarse si lo había matado. Me tomo un jugo de Mango en leche en un puesto sobre la Carrera Seis con la calle Ocho y no sé por qué razón a la mujer que atiende se le ocurre preguntarme si creo en brujas. Su tez es blanca pero sus rasgos delatan claramente sus orígenes africanos.


-No creo, pero que las hay, las hay- le digo, tratando de resultar amable.
-Pues aquí en el sur conozco muchas brujas, y a una conocida mía le llenaron el estómago de lagartijas- me dice.
-No haga caso a esas cosas mija- le dice un hombre de unos cuarenta años, que atiende un puesto de libros a su lado -en pleno siglo veintiuno haciendo caso a esas cosas-.
-Pues mire que ahí no se puede mirar mal a la gente porque a uno lo embrujan- replica ella, muy seriamente. -¿Qué uste´ no cree en la maldad? El librero se limita a refunfuñar y me dirige una mirada cómplice.



Al rato llega Mauricio y vamos a almorzar. Cuatro mil pesos. Jugo de aguapanela con limón, crema de espinaca (con papas fritas arriba, nunca visto), pollo asado con arroz, ensalada y pasta. Me cuenta sobre su militancia en derechos humanos en la ONG, era el contador oficial, todavía mantiene ese cargo debido a que desde hace dos años no hubo reunión para reemplazarlo. -Ya no mandan plata desde Europa- se queja- es mucho trabajo y no hay plata pa´nada-. Visitan presos políticos, guerrilleros, sindicalistas, etc., y tratan de velar que sus derechos se respeten. El coordinador de la ONG en la zona de Cali se llama Walter X -ex novio de una amiga mía que terminó viviendo en Buenos Aires. Como ya dije, emigrar es una de las prioridades del Colombiano, principalmente del caleño.

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