Viernes 11-2.
Mauricio me
manda un mensaje temprano. Tiene que viajar por trabajo a Mariquita todo el fin
de semana y es posible que no nos volvamos a ver por este viaje. Me dice de
almorzar, quedamos para encontrarnos por el centro a eso de la una. Aún son las
once y aprovecho para averiguar vuelos a Esmeraldas, Ecuador. En el inicio
tenía pensado hacer ese viaje por tierra, pero Cali ha consumido mi tiempo y ya
no me queda más que hacer ese tramo de un tirón. En avión es más rápido, más
seguro y hasta podría resultar más económico o relativamente lo mismo (teniendo
en cuenta los gastos de buses, alojamiento, comida, tiempo y sin contar un
posible asalto entre Popayán y Pasto zona bastante complicada y plagada de
Paramilitares).
El cielo se encuentra
cubierto de nubes, lo que da algo de tregua al calor eterno de Cali. Al cruzar
la Quinta veo cómo un auto golpea a un motociclista que luego de arduos
intentos por mantener el equilibrio termina tirado en el asfalto. Se incorpora
inmediatamente, levanta su moto y maldice a todos los presentes menos al
responsable ya que nunca se le ocurrió frenar para cerciorarse si lo había
matado. Me tomo un jugo de Mango en leche en un puesto sobre la Carrera Seis
con la calle Ocho y no sé por qué razón a la mujer que atiende se le ocurre preguntarme
si creo en brujas. Su tez es blanca pero sus rasgos delatan claramente sus
orígenes africanos.
-No creo, pero que las hay, las hay- le digo, tratando de resultar amable.
-Pues aquí en el sur conozco muchas brujas, y a una conocida mía le
llenaron el estómago de lagartijas- me dice.
-No haga caso a esas cosas mija- le dice un hombre de unos cuarenta años,
que atiende un puesto de libros a su lado -en pleno siglo veintiuno haciendo
caso a esas cosas-.
-Pues mire que ahí no se puede mirar mal a la gente porque a uno lo
embrujan- replica ella, muy seriamente. -¿Qué uste´ no cree en la maldad? El
librero se limita a refunfuñar y me dirige una mirada cómplice.
Al rato llega
Mauricio y vamos a almorzar. Cuatro mil pesos. Jugo de aguapanela con limón,
crema de espinaca (con papas fritas arriba, nunca visto), pollo asado con
arroz, ensalada y pasta. Me cuenta sobre su militancia en derechos humanos en
la ONG, era el contador oficial, todavía mantiene ese cargo debido a que desde
hace dos años no hubo reunión para reemplazarlo. -Ya no mandan plata desde
Europa- se queja- es mucho trabajo y no hay plata pa´nada-. Visitan presos
políticos, guerrilleros, sindicalistas, etc., y tratan de velar que sus
derechos se respeten. El coordinador de la ONG en la zona de Cali se llama
Walter X -ex novio de una amiga mía que terminó viviendo en Buenos Aires. Como
ya dije, emigrar es una de las prioridades del Colombiano, principalmente del
caleño.
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